DOCTOR JOSÉ MORALES DEL RIO
Médico Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria.
Miembro de la Sociedad Científica SCIC
Hace un tiempo experimente una Experiencia Cercana a la Muerte (ECM) , entendida como una experiencia estructurada, singular y transformadora durante una situación de paro cardiaco en ámbito doméstico que revertió espontáneamente y sin secuelas neurológicas apreciables.
Cuando estuve preparado la redacté con el siguiente texto:
Desde hace un tiempo sufro una arritmia permanente que por temporadas me ha dado más o menos problemas y limitado en cierta manera el ritmo de trabajo habitual.
Un día me incorporé de la siesta y en aquella penumbra me comencé a vestir y de una forma que no recuerdo, debí de perder el conocimiento y caer desplomado al suelo.
Mi siguiente recuerdo es el de verme incorporado, desde la perspectiva de mi propia altura cuando estoy de pie, que observo mi cuerpo semirreclinado y encajado entre un mueble y la pared en un rincón y con aspecto inerte, sin movimientos musculares ni respiratorios. Desconcertado, pero con una gran claridad mental, comprendí que mi cuerpo yacía en el rincón y yo era testigo de mi propia situación. Me chocó que, a pesar de estar la persiana bajada y la luz no encendida, había luminosidad en la visión de la escena. Mi yo erguido se sentía perfectamente sin ningún tipo de dolor ni incomodidad. En el suelo había un cuerpo sin señales de vida.
De pronto fui absorbido por un remolino azul turquesa brillante y me encontré poco después en un inmenso espacio oscuro y sin límites definidos, en el cenit del cual se encontraba una luz blanca y brillante, como ocurriría en una noche sin estrellas en la cual brillase la luna llena en su mejor momento y brillo. De fondo oía un zumbido grave, sordo y oscilante, y aunque no era desagradable si resultaba extraño y difícil de recrear.
Fui transportado a gran velocidad en dirección a la luz y en un tiempo que no me pareció largo me encontré en el espacio de luz como quien sale de una cueva y se encuentra en un espacio inmenso.
Mi claridad mental era total y notaba que mis sentidos eran extremadamente finos, aunque no precisaba usarlos por no haber nada estridente. Mi ánimo era feliz y calmado y sentía una inmensa paz interna y bienestar externo.
Observe a mi alrededor y veía un paisaje rural de montaña bellísimo como el que imaginaria en una postal alpina en primavera. Todo era perfecto en temperatura, luminosidad y bienestar y sin haber ruido sentía ese estado de ánimo especial que asocio a escuchar música tipo Vangelis o New Age muy tranquila.
Ese espacio se fue haciendo cada vez más blanco y neutro hasta convertirse en un inmenso espacio luminoso, pero sin molestar la vista.
Miré a mí alrededor ya que sentía una presencia a mi espalda e izquierda y al volverme vi a Tomas José, amigo maravilloso que nos dejó hacia 1983 por un tumor cerebral y que fue alguien muy significativo y querido en una etapa de mi vida. Su aspecto era elegante con un traje oscuro y formal como quien te recibe en un acto oficial.
Me alegró mucho verlo y me sorprendieron varias cosas. No tenía cierta cicatriz en su cráneo consecuencia de un intento quirúrgico de curación. Yo sabía que veía, aunque siempre lo conocí invidente (a partir de haberse intervenido) y no me miraba a los ojos ni abría los brazos para recibirme y transmitía tristeza por verme allí. Conociendo el inmenso cariño que me tenía comprendí que pasaba algo, que eso tenía un mensaje y refrené mi impulso de correr a abrazarle, a lo que sé que no se habría resistido e incluso sabia deseaba intensamente, pero desde el amor que me tenía me transmitía sin palabras un “No vengas, continua el proceso” que más tarde comprendí.
Cuando dejé de prestar atención a Tomas José reparé en la existencia un ser blanco y luminoso, hermoso, bondadoso y de gran tamaño respecto a mí, pero en nada intimidatorio y que me transmitía una inmensa comprensión, empatía y aceptación.
En un instante toda mi vida pasó por mi comprensión, por supuesto en sus momentos más relevantes, pero también en ocasiones intrascendentes. No lo puedo expresar con palabras con exactitud, pero a modo de metáfora, no fue como si mi vida pasase rápidamente como una sucesión de fotogramas sino más bien como si en una pared hubiese una gran cantidad de fotos a modo de mosaico, muy conocidas por mí por haberlas mirado muchas veces en sus más íntimos detalles y de un golpe eres capaz de tenerlo todo ante tus ojos al mirarlo desde una cierta distancia.
En esas situaciones biográficas tomaba relevancia las consecuencias que habían tenido en las otras personas, es decir recordaba lo que pasó, pero además el cómo se sintió el otro. A modo de ejemplo es como si recordase el comentario malintencionado mío, pero además sintiese en mi cuerpo el malestar que su momento sintió el otro al escucharlo. Fue una experiencia que me dejo perplejo y me hizo sentir muy mal por todo el malestar que en el pasado había generado con mi estupidez. En cambio, el ser luminoso me transmitía bondad y comprensión de una forma no verbal y no como un razonamiento, sino como un estado de ánimo, me transmitiese algo así como “No te preocupes, fue tu ignorancia, no pasa nada, la vida es así para todos. Cada uno hace lo que puede desde su estado”.
Reparé entonces que tenía ante mí un umbral indefinido al que se me invitaba a pasar de forma amorosa y desde el bienestar. Me encontraba tan bien que no importaba hacerlo, pero surgió un malestar interno por el dolor generado y sentí dentro de mí un grito de “No puedo dejarlo así, quiero mejorarlo, he de volver” es como si sintiera la necesidad de limpiar mi karma y para ello necesitaba algo más de tiempo. Comprendí entonces lo que Tomas José quería transmitirme, a saber, que si le abrazaba ya no habría retorno y no deseaba eso para mí. Aun hoy en día, no puedo recordar ese momento de extrema generosidad por su parte sin que me broten las lágrimas…
Miré al ser de luz que entendió mi deseo de volver y que sin palabras y de forma amorosa me dio a saber “Haz lo que necesites, así también está bien”.
Tuve una sensación de vuelco, como el que se experimenta en una montaña rusa y mi siguiente percepción fue sentirme en el suelo, dentro de mí, tal como me había visto al principio de ECM, con un golpe en la cabeza y otro en la espalda, dolor y falta de fuerzas, incorporándome con dificultad para volver a tenderme en la cama, donde en los siguientes minutos intente ordenar las ideas de lo que había vivido, razonando con torpeza y cierta confusión.
Volví a mi vida ordinaria poco a poco. Tardé meses en poder compartir la experiencia con alguien. Una noche, en una sobremesa con un grupo de personas amigas, sin venir a cuento de nada especial, expliqué este relato (quizás sin tantos detalles) que no había compartido antes.
A partir del relato de la experiencia, iremos desarrollando una discusión científica a la luz de la bibliografía existente con el ánimo de ayudar a personas que hayan vivido experiencias similares a entenderla e integrarla, así como a personas en proceso de duelo que se plantean situaciones vitales trascendentes.
Para investigadores se pretende sea foro de debate científico y para el público general acceso a una información objetiva y científica a partir de relatos de afectados y fuentes bibliográficas