JUAN PEDRO VIÑUELA - FILÓSOFO ¿Es connatural la religión al ser humano?
Alegría de pájaros en la mañana.
Por la tarde alborozo al regresar.
El desierto avanza. J.P.
Esta pregunta quizás pueda resultar anacrónica. La religión, la espiritualidad, son cosas ya superadas y que tienen que ver con la superstición. Y, menos mal, que la razón, encarnada en la tecnociencia nos ha liberado de semejante lacra. Hablar de religión hoy en día es un anacronismo porque el término es muy equívoco y, ante tal equivocidad, la neolengua lo ha reducido a un significado negativo. La religión es algo que tiene que ver con la fe, la fe es irracional, lo irracional es superstición, la superstición da lugar al fanatismo y la violencia. Pues bien, eso no es la religión. Sí es cierto que es una de las acepciones de la religión, curiosamente, también de la religión dominante hoy en día, sin que si quiera sepamos que estamos bajo su manto. Lo cual la convierte, la actual, en el mejor instrumento del poder para esclavizar a la población, sin que ni si quiera ésta se entere de qué va el juego.
El hombre es un ser lingüístico, simbólico, religioso, racional, lúdico y muchas cosas más. Pero la razón, endiosada y encarnada en la tecnociencia, lo ha convertido, como ya dijeran hace muchas décadas la escuela de Frankfurt y Marcuse en un animal unidimensional. Es decir, que la riqueza desbordante del hombre, en el nombre de la libertad y la razón, ha sido reducido a una dimensión. Y esa dimensión es la de ser producto y mercancía a la vez. Una cosa, un objeto que se somete a las leyes de la oferta y la demanda y que obedece a las leyes de la razón que impregnan dimensiones amplísimas, como pueden ser: la medicina y la educación. En estos dos ámbitos el reduccionismo es brutal, porque la razón es entendida en un único sentido, el de las ciencias positivas, algo que no existe ni si quiera, pero que ni se cuestiona. Y, entonces, como la salud nos importa porque tenemos miedo a la enfermedad, la vejez y la muerte, pues ni cuestionamos lo que la supuesta ciencia médica, basada en la “evidencia científica”, cosa que no existe salvo en la matemática, nos dice; de tal forma que perdemos nuestra autonomía y libertad, principio básico del paciente en la ética médica. Pero el médico también pierde su libertad porque se atiene a la objetividad racional de las pruebas tecnocientíficas que se le realizan al ser humano, como si éste fuera una máquina dotada de partes separadas y no un organismo homeostático que tiende, por sí mismo, al equilibrio.
En la educación, pues ya lo hemos dicho muchas veces, no existe la libertad, ni la pluralidad de diferentes métodos educativos. En la educación, el alumno, y el profesor, claro, son considerados cosas, mercancía, un objeto que al final del proceso producirá para el sistema y de esa manera devolverá la inversión que en él se ha hecho. Eso sin entrar aquí en la educación no reglada que surge de las nuevas tecnologías de la comunicación y que crean ideologías y modos conductuales y visiones del mundo incuestionables que proceden del Poder de unos pocos.
Y, ¿A dónde nos lleva todo esto? Pues a la pregunta del título, que parece anacrónica, pero no lo es. Lo parece porque la neolengua del Poder Absoluto así lo determina. Religión igual a superstición. Ciencia igual a razón. Razón igual a verdad, luego, la tecnociencia es la VERDAD. Ya hemos encontrado la nueva religión. Pero es que además esa nueva religión está sometida a otra que está en la sombra, pero cada vez más al descubierto, aunque parece que los vasallos están lo suficientemente adoctrinados que no ven, o no quieren ver y no se pasa a la acción. Acción revolucionaria, a mi modo de ver. La revolución por la libertad y dignidad humana más importante de la Historia, creo yo.
El hombre, decíamos, es un ser religioso, entre otras muchas dimensiones que nacen de sus tres modos de existencia entrelazados e ineludibles: el cuerpo físico, el psíquico y el espiritual (los valores, la belleza,…) Y, si nos vamos a lo más clásico, la religión es, del latín, religare, que viene a significar: estar ligado o unido a algo en sus fundamentos. Dicho de otra manera: el hombre es el animal del sentido; es decir, el animal que se ve obligado a darle sentido a su existencia porque no le viene dado per se (de nacimiento como es el caso del resto de los animales.) Y dar sentido a la existencia es el religare, el estar unido a algo en sus fundamentos. El hombre, sin sentido, literalmente, no puede existir. Se muere, o se paraliza. Nuestra realidad, en tanto que realidad física, es una realidad sin sentido para nosotros, regida por las leyes naturales, pero necesitamos, porque tenemos otras dimensiones: psíquica y espiritual, dar un sentido a nuestra existencia, darle unos valores, unas formas de conducta, una finalidad, algo a lo que atenerse, una tarea,… Si no se da esto, entonces caemos en el vacío existencial, el nihilismo que predecía el clarividente Nietzsche. Decía que habíamos matado a Dios y la muerte de Dios tiene consecuencias. Porque dios funcionaba como el sostén de toda nuestra existencia; era el dador de sentido. Claro, esto llevó a tremendas supersticiones y fanatismos, a abusos de poder y muerte. A formas de concebir la realidad que aún persisten en la nueva religión del mercado y la tecnociencia y que son utilizadas en el nombre de la razón y la libertad. Mientras, adaptamos los contenidos de la Filosofía y la Historia, y las ciencias teóricas, casi desaparecidas, a la nueva cosmovisión de la religión del progreso por medio de la razón, la tecnociencia y el mercado, como supremo regulador. Pero esto al hombre no le es suficiente y lo lleva a la angustia existencial, al vacío. No le es suficiente porque es unidimensional y lleva al hombre a ser reducido a una mera cosa, un objeto, una mercancía… Y Quizás sea éste el fin de la Historia.
Juan Pedro Viñuela
Filósofo